El mito de Némesis, por Daniel Moreno
Némesis, hija de Nix (la diosa noche) personifica la Venganza divina, y por eso se encarga de castigar a quienes caen en la desmesura, uno de las grandes faltas para los griegos.
Esta desmesura o Hybris es por ejemplo el exceso de felicidad en los humanos, el orgullo, la soberbia, y por supuesto el desafío a los dioses.
La existencia de esta venganza divina encuentra su explicación en la cosmovisión que tenían los griegos, para quienes el equilibrio (sofrosyne) era lo más importante. Cuando ésta se rompía, se ponía en peligro el orden de las cosas, por lo que era necesario el castigo para mantener al mundo tal y como es.
De esta manera, en el caso de Creso -hombre demasiado feliz y demasiado rico- es llevado por Némesis a una peligrosa expedición donde debe vencer a Ciro. Esta acción termina por ser la ruina de Creso.
Lo mismo sucedió con los persas, quienes incurrieron en la desmesura de dar por cierta su victoria sobre Atenas. Nunca lograron conquistarla, por lo que con un bloque traído por los mismos persas -con intención de hacer un trofeo de su victoria- el famoso escultor Fidias hizo una estatua de Némesis en conmemoración de la batalla de Maratón, donde obtuvieron una contundente victoria.
Némesis intervino en muchas historias, con la intención de mantener el preciado equilibrio (sofrosyne) de los griegos. Pero además, es conocida por sus amoríos involuntarios con Zeus.
Cuenta la leyenda, que Némesis era objeto de desvelos amorosos de Zeus, y ella no lo deseaba, por lo que para tratar de huir del abrazo del gran dios, ella cambió de forma mil veces, hasta que al final se conviertió en una oca. En ese momento, Zeus se convierte en cisne y la hace suya.
Por esta unión, Némesis puso un huevo. Unos pastores lo recogieron y se lo entregaron a Leda. De este huevo nacieron los Dioscuros -Castor y Polux- y la bella Helena, quien luego sería la causa de la terrible Guerra de Troya.