Esos griegos sexualmente tan peculiares

13.10.2016 11:01

La pederastia era una institución educativa inventada en la Esparta del s. VII y promovida por el estado con la intención de favorecer la transición a la edad adulta de los muchachos, así como la cohesión de los hoplitas en la recién inventada falange; en ella el amante adulto jugaba un papel activo y el joven amado otro pasivo. La pederastia fue adoptada por afán de emulación  por los aristócratas de las demás polis. Poetas como Teognis escribieron a efebos poemas amorosos  en los que les exhortaban a la virtud y que eran ejecutados en el contexto del banquete de miembros de la misma fratría o hermandad militar. La  efímera hegemonía tebana en el siglo IV fue debida a la pujanza del batallón sagrado, una fuerza de élite cuyos miembros estaban unidos por fuertes lazos amorosos.

Los griegos veían tan normal que un hombre apreciase la belleza de un joven del mismo sexo, que imaginaron que los mismos dioses tuviesen sus favoritos, como en el caso de Zeus con Ganímedes o el de Poseidón con Pélope. En un mundo que rendía culto a la belleza juvenil masculina, los hombres maduros solían acudir a los gimnasios para recrearse la vista con los cuerpos desnudos de los jóvenes. Entendían no como opuesto  sino como complementario el placer procedente de las relaciones homo y heteroeróticas y en los banquetes se entregaban a unas y otras indistintamente. No distinguían entre personas homosexuales y heterosexuales, con maneras de vivir diferenciadas, como ocurre en nuestra sociedad: Aunque Sócrates y Alejandro Magno se sintiesen más atraídos por los hombres jóvenes que por las mujeres, no por ello dejaron de casarse y de tener hijos. Es evidente que el pudor y la práctica del sexo eran aspectos en el que la identidad cultural griega es diferente de la nuestra, empezando porque en la sociedad griega clásica había una segregación de sexos radical y no existía ni atisbo de la prohibición bíblica de las prácticas homosexuales. 

 

Biografía: Cartledge, Paul, Los griegos, ed. Crítica